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La Talanguera | Leyenda cuencana

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En las místicas tierras de Cuenca, Ecuador, donde la neblina serpentea entre los cerros y el viento susurra secretos ancestrales, existe un paraje envuelto en sombras y misterio. Cerca de Turi, entre la espesura de los quishuares, arrayanes y helechos gigantes, una quebrada profunda se abre paso como una herida en la tierra. Su forma, retorcida como la de una serpiente dormida, es apenas iluminada por el hilo de agua cristalina que cae desde lo alto, formando una cascada cuyo eco resuena como un lamento desgarrador. En el fondo, las aguas negras del charco permanecen quietas, insondables, como si ocultaran un abismo sin fin.

Los antiguos cuentan que en este rincón sombrío mora un demonio astuto y seductor, un ente que adopta la apariencia de una mujer de belleza sobrenatural. Cada día, cuando el sol alcanza su cenit, ella aparece sobre una roca oscura, con su larguísima cabellera negra cayendo en cascada por su espalda.

Con movimientos pausados, desliza un peine de oro entre sus cabellos que asemejan hilos de obsidiana, atrayendo con su encanto a quienes osan contemplarla. Los hombres que la ven no pueden resistirse; hipnotizados por su hermosura, descienden por la quebrada, impulsados por un deseo inexplicable. Pero al intentar alcanzarla, la mujer se disuelve en el aire como un suspiro, dejando solo el eco de su risa en el vacío.

Los abuelos de Cuenca advierten que la Talanguera no tiene una única forma. Dicen que este demonio cambia según la ocasión: unas veces se presenta como una mujer encantadora, otras como un gallinazo de alas enormes que sobrevuela el abismo en busca de almas perdidas. En otras, se convierte en un duendecillo burlón que ronda los matorrales de la quebrada, jugando con la desesperación de quienes lo escuchan.

Se cuenta que muchos hombres han buscado a la Talanguera para hacer pactos oscuros. Han entregado su alma a cambio de riqueza, poder o placeres prohibidos, pero su destino es sellado con fuego y condena. Cuando un nuevo trato ha sido hecho, los gallinazos sobrevuelan la quebrada, y de sus aguas profundas emergen los lamentos lastimeros de aquellos que fueron engañados por su ambición.

No desafíes al demonio de la Talanguera

Las sombras de la Talanguera no deben ser tomadas a la ligera. No te acerques a la quebrada cuando el sol esté en su punto más alto ni sigas los susurros que vienen de entre la vegetación. Aquellos que han buscado la belleza de la mujer o la promesa de riquezas han encontrado solo desgracia y condena. El diablo conoce los deseos más oscuros del hombre y los usa en su contra. Si alguna vez sientes un escalofrío en la quebrada o ves un gallinazo rondar sobre las piedras, da media vuelta y aléjate, pues podría ser que la Talanguera ya ha puesto sus ojos en ti.

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