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Leyenda quiteña | La Cruz Verde y los frailes galanes

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Había, en los tiempos de la colonia dos franciscanos que salían en las noches al barrio de San Roque a cantar pasillos. Los vecinos que los escuchaban creían que se trataba de almas en pena porque, las virtuosas solteronas de la zona decían haber visto a los cantores rodeados de llamas. Después de varios días de serenatas y canciones, un grupo de jóvenes del barrio, celosos porque las muchachas andaban locas por el canto maravilloso de los monjes, resolvieron atrapar a los cantores a quienes lograr detener en la esquina de la calle San Buenaventura y la calle de la Muralla de San Francisco (actualmente calles Bolívar e Imbabura respectivamente) luego de varios intentos fallidos.

Debieron invocar a las almas del Purgatorio

Al verse rodeados por los muchachos que querían darles un escarmiento, los religiosos invocaron a las almas del Purgatorio y ellas causaron tal temor en sus captores que éstos los soltaron de inmediato. Esta acción sin embargo no libró a los monjes de recibir también un castigo. Las almas que acudieron en su ayuda giraron hacia ellos, acercaron los rostros a los suyos y se retiraron los velos negros para enseñarles sus esqueléticos rostros e indicando a los cantores que debían regresar a su convento y dejaran sus pecaminosas andanzas.

La cruz  verde quedó como un recuerdo de este hecho

Aterrados los monjes regresaron al convento y luego convencieron a su familia, que según cuenta la historia eran de mucho dinero, que construyan la cruz verde que hasta ahora puede verse en esta esquina del Centro Histórico, también conocida como “esquina de las almas”.