Hoy, queremos sumergirte en el emocionante mundo del cuarenta, un juego de cartas tradicional quiteño que encierra diversión y tradición. Este juego, tan arraigado en la cultura de Ecuador, es una verdadera tradición de las Fiestas de Quito.
¡Esperamos que disfrutes de este emocionante relato!
2 por shunsho
En el corazón de Quito, la ciudad que abraza las montañas, se tejió una historia en una de esas típicas tardes quiteñas donde el cielo amenazaba con el aguacero característico de la región. En medio de la lluvia que caía como un telón de gotas danzantes, un joven estudiante caminaba apresuradamente hacia su destino, con la urgencia de quien intenta escapar de la furia del agua celestial.
La lluvia, sin embargo, lo alcanzó, empapando su ropa y desordenando sus pensamientos. Buscó refugio y encontró una taberna pintoresca, cuya fachada de madera le dio la bienvenida con un chirriante crujido. Al adentrarse en el establecimiento, el joven sintió la calidez de una atmósfera amigable y se acercó al mostrador.
Con el hambre haciendo eco en su estómago, pidió un sándwich y, al cabo de unos minutos, se encontró disfrutando de su comida mientras observaba los curiosos objetos que decoraban el lugar. Sin embargo, la armonía de ese instante se desmoronó cuando, al revisar su mochila en busca del dinero para pagar, su rostro se llenó de consternación. El dinero había desaparecido, hurtado por manos desconocidas.
Desesperado y con el corazón en la mano, el joven buscó al dueño de la taberna y, con la humildad en sus palabras, explicó su lamentable situación. Fue entonces cuando el dueño de la taberna, un hombre con una sonrisa maliciosa y ojos centelleantes, reveló su verdadera identidad: era el mismísimo Diablo, que había estado observando la situación desde las sombras.
Al Diablo le gustan la almas quiteñas
El Diablo, con astucia, le propuso un trato al estudiante: su alma a cambio de la deuda que tenía por el sándwich. Ante esta oferta diabólica, el estudiante sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor, pero no tuvo más opción que aceptar, temiendo por su alma y su futuro incierto.
En la sala, el Diablo preguntó si alguien quería ser la pareja del estudiante en el juego de cuarenta que determinaría el destino de su alma. Un anciano, arrugado y sabio, se ofreció a ser su compañero de juego. El Diablo, con un pase mágico, preparó la mesa y las cartas para iniciar el juego, mientras una neblina oscura llenaba el ambiente, como un preludio de lo que estaba por venir.
A lo largo del juego, el Diablo demostró su destreza, y parecía que la suerte estaba de su lado. El anciano, sin embargo, tenía un as bajo la manga, una estrategia secreta que compartió con el joven estudiante. Juntos, lograron empatar el juego en una batalla de astucia y paciencia.
Con el destino pendiendo de un hilo en la última jugada, el anciano y el estudiante lograron la victoria, derrotando al Diablo y asegurando la libertad del alma del joven.
En un acto de gratitud, el anciano se acercó al estudiante y le advirtió sobre la importancia de valorar la verdadera riqueza de la vida, que es su alma. El joven, sin pensar en lo valiosa que era su alma, pidió otro sándwich mientras el Diablo, frustrado y derrotado, observaba como se daba una nueva oportunidad para hacerce de un alma más.
Así, en medio de un aguacero quiteño y una partida de cuarenta, una historia mágica y moral se desplegó en las estrechas calles de la capital ecuatoriana, recordando a todos que a veces, las lecciones más valiosas se aprenden en los momentos más inesperados.