Esta historia se remonta a tiempos del colonialismo. Un acaudalado caballero, que vivía lleno de comodidad en su finca, disfrutaba mucho de descansar bajo la sombra de un frondoso árbol de tamarindo. El hombre se casó con una jovencita muy bella. Pero según comentaban, la muchacha solo se había casado por el dinero del hacendado. Al poco tiempo el hombre murió de forma inexplicable, bajo el árbol de tamarindo. La viuda, se dedicó a gastar la fortuna del difunto y se divertía sin guardar luto por su esposo.
Pero poco después ella encontró su fin, sufrió un accidente en la finca y murió sin confesión. Los empleados de la finca, huyeron asustado, porque el alma en pena, de la viuda, vagaba en las noches, buscando una nueva víctima.
Cuentan que en las noches, cuando salían los hombres en busca de un trago y de amigos para divertirse, se les cruzaba por su camino la silueta de una mujer. Parecía que sus pasos rápidos, componían una danza seductora. La señorita usaba un vestido oscuro y un manto, típico de la época.
Las noches eran oscuras, porque el alumbrado público casi no existía en las ciudades del Ecuador, por este motivo, los intrépidos individuos que se atrevían a seguirla, no alcanzaban a ver el rostro de la mujer.
La caminata les llevaba, por largos trechos hasta el árbol de tamarindo que se encontraba en medio de la finca. En este lugar, la mujer se quitaba el pesado manto y se acercaba a los hombres para que vieran de cerca su horrible cadáver, solamente veían los huesos y las cuencas vacías de los ojos.
Después de esa impactante visión, los que habían llegado has ese lugar, caían desmayados del susto o muertos de la impresión.
La quinta Pareja quedaba donde es ahora la Clínica Guayaquil. Entre las calles: Tomás Martínez y General Córdova.