La leyenda del chuzalongo, de la ciudad de Cuenca, nos relata una trágica historia de dos jovencitas que fueron víctimas del mal, a pesar ellas ser inocentes.
El “chuzalongo” es un personaje que vive en las montañas, allí deja sus pequeñas huellas y aunque muchos han tratado de encontrarlo, nunca ha podido ser capturado.
Aparece como un niño pequeño, de unos seis años, pero después se transforma en un horrible monstruo que actúa con maldad pura y puede matar inclusive, solo con su mirada.
¿Cuándo vieron al chuzalongo?
La primera vez que se escuchó del chuzalongo, fue cuando un agricultor que poseía tierras en un monte, envió a sus dos hijas a cuidar el ganado. Al principio el hombre miraba a sus hijas en lo alto de la montaña, pero en la tarde inició una fuerte tormenta.
Por indicaciones de su padre las jóvenes guardaron a las vacas y se quedaron en la cabaña cercana al ganado para esperar que la lluvia se detenga.
Después de un tiempo, decidieron hacer la comida, y como la tormenta no terminaba, empezaron a comer; en ese momento, escucharon la puerta y cuando abrieron, vieron a un niño pequeño que estaba con frío y mojado. Lo hicieron pasar y lo alimentaron.
Cuando la tormenta pasó y después de muchas horas, el padre de muchachas, fue a buscarlas hasta la montaña. Golpeó la puerta, pero no le abrieron, pasados unos minutos sintió una gran desesperación, por la falta de respuesta; así que decidió derribar la puerta.
El chuzalongo dejó una escena aterradora
En el interior de la cabaña, lo que encontró fue dolorosamente aterrador, había sangre por toda la habitación, en el suelo había pequeñas huellas de pies con sangre, sus hijas destrozadas yacían en un rincón y en el otro rincón de la habitación estaba un monstruoso personaje tenía el rostro blanco, los labios gruesos y morados, las orejas eran desproporcionadamente grandes en relación a su pequeño cuerpo. Lo más impactante fueron los ojos verdes y pequeños que tenían un punto rojo de fuego.
El hombre, lleno de furia tomó su machete y se enfrentó al chuzalongo, pero este huyó hacia la montaña.
El afligido padre, no se detuvo y lo siguió, con el fuerte deseo de matarlo. Pero el agricultor, nunca más volvió a su casa y no se supo más de él.
Cuentan los pobladores que el chuzalongo sí existe y que para librarse de él, la víctima debe quitarse su abrigo o cualquier otra prenda y lanzarla lejos, el chuzalongo, irá a recogerla y en ese es el momento de escapar de sus garras.