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El Enmascarado | Leyenda cuencana

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Leyenda de Sebastián Pinillos

La leyenda de Sebastián Pinillos, escrita por José Peralta, transcurre en la ciudad de Cuenca durante las fiestas reales de 1760 en honor al rey Carlos III. En medio de festejos, corridas de toros y espectáculos, surge la figura de Sebastián, un joven valiente, noble de espíritu pero de origen desconocido, criado como expósito en la casa del Capitán Román de Cisneros. Sebastián se enamora de Blanca, la hija del Capitán, lo que desata un conflicto social y familiar, pues su linaje humilde es un obstáculo para aspirar al amor de una dama noble.

Durante un torneo, enmascarado, Sebastián reta a los nobles y salva al arrogante Don Gil de Mendoza, prometido de Blanca, a quien termina matando en un duelo por honor. El crimen es atribuido erróneamente a un sastre inocente. Movido por la conciencia, Sebastián se entrega y confiesa su responsabilidad. Como castigo, se le conmuta la pena de muerte por el destierro perpetuo. El Capitán Cisneros, al considerar a Sebastián como su hijo, se reconcilia con él; sin embargo, ya es tarde: Blanca, consumida por la pena, ha fallecido.

Años más tarde, un mendigo muere rezando sobre la tumba de Blanca. Junto a su cuerpo se encuentra una caja con una bandera celeste y un manuscrito: era Sebastián Pinillos, quien vivió y murió amando en silencio. Su historia, trágica y apasionada, refleja los límites impuestos por la cuna, el honor y los prejuicios sociales, dejando una huella eterna en la memoria de la tradicionalista ciudad de Cuenca.

  • peninsulares: Españoles que vivian en la peninsula ibérica.
  • cabildantes: Miembros del cabildo o gobierno municipal en la época colonial.

  • comedia: Obra teatral; antiguamente podía referirse a cualquier representación escénica.

  • atrio: Espacio descubierto y porticado que precede a un templo.

  • matriz: Iglesia principal o parroquial de una ciudad o pueblo.

  • sarao: Reunión festiva con música y baile.

  • patacón: Antigua moneda de plata usada en América Latina.

  • jinete: Persona que monta a caballo.

  • osar: Atreverse, tener el valor para hacer algo riesgoso o prohibido.

  • corregidor: Antiguo juez o gobernador en ciudades de la América colonial.

  • cadáver: Cuerpo sin vida de una persona.

  • expósito: Niño abandonado por sus padres y criado por la caridad.

  • galas: Vestiduras lujosas o adornadas.

  • brocado: Tejido de seda con dibujos generalmente en hilo de oro o plata.

  • tisú: Tela muy fina y lujosa entretejida con hilos metálicos.

  • alazán: Caballo de color marrón rojizo.

  • truhán: Persona que vive de engaños o de hacer reír, vagabundo.

  • palestra: Lugar de combate o debate; plaza pública.

  • escribano: Persona encargada de redactar documentos oficiales.

  • reo: Persona acusada o condenada por un delito.

  • tablado: Plataforma elevada usada para espectáculos o castigos.

  • bayeta: Tela delgada de lana o algodón, usada en vestiduras y forros.

SEBASTIAN PINILLOS 

Autor: José Peralta

En 1760, la ciudad de Cuenca se preparaba para celebrar con gran pompa la coronación del rey Carlos III. Se organizaron corridas de toros, fuegos artificiales y torneos para la nobleza, en un ambiente de fiesta y expectación. En medio de este fervor, vivía Sebastián Pinillos, un joven valiente de origen desconocido que fue criado como huérfano en la casa del Capitán Román de Cisneros. Sebastián amaba en secreto a Blanca, la hermosa hija del Capitán, un amor imposible debido a las barreras sociales de la época.

El día principal de las fiestas, la plaza mayor era un espectáculo de sedas, oro y brocados. Desde su palco, Blanca deslumbraba a todos; era una joven de belleza celestial, con un vestido color cielo y cabello oscuro como el azabache, aunque su mirada reflejaba una visible inquietud.

Durante el torneo de los nobles, apareció de pronto un jinete enmascarado. Montado en un caballo brioso, desafió a los presentes con una lanza adornada con una bandera del mismo color del vestido de Blanca. Los nobles, indignados porque las máscaras estaban prohibidas para evitar la participación de plebeyos, le ordenaron retirarse. El enmascarado se negó y, tras un cruce de palabras, humilló públicamente al arrogante Don Gil de Mendoza, el prometido de Blanca, advirtiéndole que se reservaba el derecho de matarlo en un duelo justo.

Más tarde, durante la corrida de toros, Don Gil intentó probar su valentía enfrentando a una fiera, pero fue derribado y estuvo a punto de morir. De la nada, el enmascarado reapareció, salvó la vida de Don Gil matando al toro con una destreza impresionante y, antes de irse, le repitió: «Os odio de muerte, pero me reservo el mataros en buena lid«. Blanca le dedicó una sonrisa de admiración, lo que enfureció a su padre, el Capitán.

Esa noche, todo se precipitó. El Capitán Cisneros, furioso, confrontó a Sebastián, revelando que sabía que él era el enmascarado. Lo humilló por su condición de huérfano y le prohibió volver a ver a Blanca, expulsándolo de su casa. Sebastián se marchó jurando que Mendoza jamás sería el esposo de Blanca. Poco después, en medio de un banquete, llegó la noticia: Don Gil de Mendoza había sido asesinado. La reacción desesperada de Blanca al enterarse levantó sospechas. En la escena del crimen, la justicia encontró a un sastre inocente con el arma en la mano, a quien acusaron y sentenciaron a la horca.

El enmascarado Sebastian Pinillos

Movido por su conciencia, Sebastián se entregó, confesando ser el autor de la muerte de Don Gil para salvar al sastre. Gracias a la intervención del Capitán Cisneros, quien reconoció la nobleza del joven, la pena de muerte le fue conmutada por el destierro perpetuo. En una emotiva despedida, el Capitán se reconcilió con Sebastián, llamándolo «hijo». Sin embargo, ya era tarde: le reveló que Blanca, consumida por la pena y el dolor, había muerto.

Muchos años después, un viejo mendigo fue encontrado sin vida, rezando sobre la tumba de Blanca Román de Cisneros. Junto a su cuerpo hallaron una pequeña caja que contenía un manuscrito con su historia y la bandera celeste del torneo. Era Sebastián Pinillos, quien regresó para morir cerca de su amada, dejando para siempre en la memoria de Cuenca una leyenda sobre el honor, el amor y los prejuicios sociales.

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